En nuestro presente cada vez más estandarizado y mediatizado, el espacio de acción y de definición individual es cada vez más restringido y está sometido a códigos estrictos. Existe sólo el espejismo de un espacio de presentación individual, que en realidad permite una actuación más como consumidores que como individuos o ciudadanos. En este contexto, la noción de obsesión se entiende como un valor que, precisamente por potenciar una definición de valores absolutamente personal, adquiere connotaciones negativas, asociadas a una fascinación desmedida (por ideales, afinidades, convicciones, objetivos o satisfacciones artificiales y sustitutivas).
Sin embargo, la noción de obsesión puede tener también otro aspecto más positivo y creativo. Así lo entendía, en la década de los setenta, Harald Szeemann cuando proponía la creación de un Museo de las Obsesiones que debía ser un espacio en constante evolución y alejado de cualquier sistema rígido y preestablecido. Esta es, precisamente, la aproximación que propone el ciclo de exposiciones de esta temporada en el Espai 13: la noción de obsesión relacionada con los gestos y las mitologías individuales que definen universos particulares y que, desde la autenticidad, el convencimiento y el entusiasmo (nos referimos, pues, a una obsesión no enfermiza, pero si tozuda y que no desfallece), es capaz de generar nuevas maneras de ver las cosas, de estimular aproximaciones productivas y creativas que pueden ayudar a comprender mejor nuestro el mundo o, cuando menos, de presentar maneras personales de abordarlo, de oponerse a él o de evadirse.
Los artistas de Obsesiones se plantean esta noción (que forma parte de su actitud personal y artística) desde distintas perspectivas: la obsesión entendida como la necesidad de poseer un objeto de deseo (Francesc Ruiz), como copia minuciosa del pasado para, de ese modo, actualizar su sentido y relevancia (Sumi Maro), como necesidad de realizar proyectos imposibles (Joost Conijn), como minuciosidad y detallismo extremos (Thorsten Goldberg) o como repetición incesante de las mismas preguntas o de las mismas acciones para alcanzar un sentido más trascendente (Peter Land) . Se trata, pues, de cinco universos muy particulares que, precisamente por su singularidad, terminan por involucrarnos, al tiempo que evidencian la uniformidad y estandarización que se va apoderando de nuestro presente y de la totalidad de nuestra existencia.
La minuciosidad es una de las características principales del trabajo de Sumi Maro (Gifu, Japón, 1954). El artista lleva a cabo empresas colosales que le llevan a copiar fielmente obras que se han convertido en hitos de la memoria colectiva, a las cuales agrega sutiles detalles e incorporaciones que actualizan los referentes y su lectura.
La obra de Joost Conijn (Amsterdam, 1971) parte de la fascinación por las formas de vida alternativas y por las distintas culturas del mundo occidental.
El registro de los hechos y, sobre todo, su repetición son una constante en el trabajo de Peter Land (Aarhus, Dinamarca, 1966). Con ellos, el artista se propone reflexionar sobre las condiciones básicas de la existencia y buscar un sentido en actos que parecen no tenerlo.