La covid-19 ha originado, más allá de la crisis sanitaria, una sacudida en los ámbitos socioeconómico y cultural que ha obligado a hacerse preguntas sobre la viabilidad de muchos proyectos y a tomar decisiones necesarias para afrontar los retos del futuro.
La continua invasión de recursos y contenidos en los canales digitales no ha hecho más que precipitar una tendencia anunciada: la dilución de los límites entre el espacio doméstico y el espacio público. Los compañeros de trabajo o de clase han entrado en nuestra casa a través de las pantallas, y las propuestas de ocio y de aprendizaje se han expandido más allá de los espacios físicos habituales. Los museos, centros de arte, auditorios o teatros no son una excepción: los espacios de intervención cultural, pese a estar cerrados, se han abierto del todo y nos han mostrado sus entrañas. El reto, ahora, será ofrecer un valor diferencial entre los espacios presenciales y los canales digitales.
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