Después de 101 días, finalizaba la exposición Isabel del artista Victor Jaenada, que abrió en enero el ciclo Salto e immersión de Espai 13, comisariado por Pere Llobera. Jaenada, a modo de despedida y catarsis con su exposición, decidió pasar en el museo la última noche que su creación pernoctaba en las salas de la Fundació Miró. A continuación, reproducimos un texto, imágenes y vídeos con sus impresiones sobre la exposición y esa última noche.
Pernocta o muerte
«El día 18 de abril de 2022, coincidiendo con el último día de Isabel y con el Lunes de Pascua, pernocté en el Espai 13 para, de alguna manera, revivir la noche de 1978, cuando colapsó el techo de la habitación de mi abuela conmigo dentro, que fue el punto de partida de Isabel. Nada más llegar a la Fundació Joan Miró me encontré con un cochecito roto de bebé en la puerta; Martina, que en ese momento me acompañaba, lo llevo al contenedor. A las 20 h entramos para acreditarnos y para revisar los temas de seguridad (durante el tiempo que la expo estuvo en pie, me dio tiempo a conocer a todos los vigilantes de la Fundació). Una vez acreditado e informado de los protocolos, bajamos al Espai 13.
»Tenía algunas expectativas respecto a la pernocta: revivir la noche de 1978 dando margen a la catarsis, documentar y entender mejor la expo, verbalizarla para mí, escribir algo, ver algo, y alguna cosa más. El caso es que después de deambular un rato por la sala, ya me encontraba solo y pensé en poner por la pared alguna suerte de texto poético semiautomático y abierto, dejándome atravesar, y lo que sucedió fue, que a los pocos segundos de intentar empezar a escribir sobre el muro, pasé directamente al dibujo con carbón. Después de un cuarto de hora, todo aquello se paró. Resulta que había añadido in extremis otra nueva capa a la expo. Lo que me atravesó no fue la poesía, más bien creo que me poseyó un espíritu mironiano, como una especie de agradecimiento de artista.
»Después de ese proceso creativo intenso me fui a lavar las manos (para cada movimiento fuera de la sala de exposiciones tenía que comunicarme con seguridad). Al regresar a la sala me corté las uñas (ampliando mi archivo) e hice un video en directo por Instagram de dicha acción, también por lo de la triste publicidad 2.0, aunque mi primera preocupación era la de documentarla en video. Y venga a dar vueltas por la sala. En realidad no tenía ganas de dormir ni tenía ganas de hacer nada más, lo único que me pedía el cuerpo era sumergirme en la expo por última vez, esa intimidad. Esta expo ha sido una extensión de mí, un completarme. Sentí que al desmontarla perdería un miembro, pero no había alternativa. Yo creo que ya sería medianoche o así.
»Entonces empecé a prepararlo todo para pernoctar. Retiré la cerámica que estaba ocupando la cama y me puse el pijama y las zapatillas de estar por casa. En la mochila llevaba una botella de vino, pero tampoco me apetecía beber. Supongo ese mismo día, pronto, había hecho algo y estaba cansado, no recuerdo si con las niñas o solo. Bueno, me fui a lavar los dientes.
»Pajareé un rato más por la sala, hice videos y fotos de todo, resistiéndome una vez más a la desaparición que iba a tener lugar al día siguiente. Entre aburrido y desorientado subí un rato a hablar con el vigilante; ya serían las 3 de la madrugada. Volví abajo, continué un rato más divagando, hasta que me metí en la cama, con una manta de las que ocupan poco, de ambulancia, con las nanas y con el mármol encima de la cabeza (por lo del techo que cayó). Pero claro, de ninguna manera podía dormirme. Además, entraba más luz de la cuenta por el agujero que en su día practiqué en la pared, entre la cama y la mesita de noche. Recuerdo que intenté conciliar el sueño con algún podcast, como hago habitualmente en casa –la cama es la de mi casa–, pero ni con esas, no había manera. En el pasillo que llevaba hacia la cama había colgado un trozo de espuma grande, del embalaje de la cerámica que me sustituía, y eso ya era una presencia rara, allí era casi imposible de dormir.
»Al final logré dormir unas cuatro horas. Eso sí, tuve que bajar el volumen de las nanas al mínimo, retirar el mármol y tapar el agujero. Me desperté sobre las 8 h. No recuerdo lo que soñé, no pasó nada misterioso aparte del dibujo; yo creo que más bien esa noche fue un tipo de despedida, como un duelo. Un duelo a mi abuela, a Miró, a la performance de Marc y a mí mismo. Me lavé la cara en el baño y me puse la ropa, y en cuanto vino el técnico empezamos a desmantelar todo aquel artefacto específico y líquido que fue Isabel. Otra vez empecé a cavar mi propia tumba.»
Victor Jaenada